Ride On, Molina.
- Sinestesias
- 23 ene 2018
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Así titulaban, la muy recomendable banda de slowcore americana Rivulets, uno de los cortes de I Remember Everything (2014), como claro homenaje a Jason Molina fallecido un año atrás, mostrando de esta forma su admiración hacia el que probablemente haya sido el artista más especial e infravalorado en vida de los que reinventaron el género americana a finales de los 90, ya fuera escribiendo bajo su nombre o como cerebro y alma mater de Song: Ohio y Magnolia Electric Co.
Antes de nada, es necesario aclarar, que es muy difícil hablar objetivamente de Molina siendo claro ejemplo de cómo su música te puede cambiar la vida, así de simple. Dicho esto nunca se necesita una excusa para volver a repasar su legado o aún mejor descubrirlo por primera vez.
Nieto de un minero Asturiano, nacido y criado en Ohio, vivió en más de 30 ciudades y ese nomadismo se ve reflejado recurrentemente en su obra. Una canción de Molina es inconfundible, es larga, austera y llega a su culmen cuando, alejado del micro, sigue cantando a modo de lamento, avanzando a latigazos, lo que provoca que el oyente a menudo necesite un empuje extra para continuar y en la que los silencios son tan importantes como las letras. Quizás por esta innacesibilidad sus trabajos quedaban siempre relegados a favor de los de sus colegas y coetáneos Will Oldham, Callahan, M.Ward, Damien Rice o Jeff Tweedy.
Para enfrentarse a las letras de Molina hay que estar preparado. La temática es triste, depresiva, oscura, obsesiva, el diablo y los fantasmas son recurrentes, espirales que te atrapan hasta dejarte tiritando. Pero al final de toda esta penumbra siempre se vislumbra una rendija de luz que nos guía. Ahí es cuando Molina llega para quedarse. Para él, esos caminos eran los habituales. Para el resto son un desafío emocional para el que no todo el mundo sirve. Es entonces cuando comenzamos a hacer cosas raras, como escuchar una misma canción en bucle durante una hora intentando identificar todos los matices de esas a priori simples partituras.
Por esto, sería imposible recomendar una canción o un LP por dónde empezar, porque a cada escucha cambiaríamos de parecer. Quizás la triada formada por The Lioness (2000), Didn´t it Rain (2002) y Magnolia Electric Co. (2003), todos como Song: Ohia, son un buen comienzo para saber si somos tolerantes a la música de el de Ohio. Como ayuda Magnolia Electric Co., supone un pequeño cambio. Aquí, Jason deja atrás el folk denso a favor de un country rock mucho más eléctrico que recuerda al que se hacía en los 60/70, haciéndolo mucho más accesible para el público, y el cual se ha ganado el estatus de clásico a base de canciones perfectas.
Pese a que este disco parecía un cambio en la vida de Molina y una huida hacia adelante, los fantasmas de los que tanta referencia había hecho, finalmente lo atraparon y en 2009 se retiró a una granja en Virginia a cuidar pollos y cabras, para luchar contra su adicción al alcohol, que tantos problemas le estaba causando. Pero era tarde, Molina ya estaba licuado por dentro. La ayuda de sus fans, amigos y familiares fue insuficiente para luchar contra los excesos de más de una década, la facturas de hospitales y clínicas de desintoxicación que se acumulaban y los intentos fallidos por recuperarse, hicieron que el bueno de Jason dijera basta y se dejara ir en una noche de parranda, falleciendo por insuficiencia hepática el 16 de Marzo del 2013, dejando un legado de más de 10 discos sin los que sería posible entender la música americana hoy en día.
Como último apunte, en 2017 se publicó su primera biografía autorizada titulada Jason Molina: Riding with the Ghost escrita por Erin Osmin, muy recomendable para quien se atreva (no ha sido traducida al castellano) a indagar en la vida y en la cabeza de este monster of folk.
Alvaro Miró
Rocío Vicente
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